Deja la caja en la cama. Se descalza, se desabrocha la falda. El sujetador deja al aire sus prominentes senos. El monte de Venus, reverdecido, muestra su femineidad. Introduce los brazos, la cabeza. Se mira al espejo.
No recordaba la última vez que una prenda tan sensual, tranparente y provocadora, había tocado su piel. Feliz de verse semidesnuda, se recuesta en la cama. Sueña con el regreso del amate exiliado...
La Nínfula del Arcángel
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